Respuesta Inmunitaria Adaptativa: Mecanismos y Funciones

Respuesta Inmunitaria Adaptativa

Introducción

Si las defensas inespecíficas son superadas, el cuerpo desencadena una respuesta inmunitaria adaptativa específica y coordinada contra la especie invasora. Tucídides, hace más de 2 mil años, reconoció las características esenciales de esta respuesta. Observó que una persona que contraía una enfermedad se recuperaba y no volvía a tenerla, quedaba inmune. Sin embargo, esta inmunidad es específica y no protege contra otras enfermedades. La respuesta inmunitaria adaptativa ataca un tipo específico de microbio, lo supera y ofrece protección futura solo contra ese microbio.

Células del Sistema Inmunitario Adaptativo

Las células clave en la respuesta inmunitaria adaptativa son los linfocitos **B** y **T**, ambas originadas en la médula ósea. Las células B se desarrollan en la médula ósea, mientras que las células T viajan al timo para completar su desarrollo.

Distribución del Sistema Inmunitario Adaptativo

El sistema inmunitario adaptativo, diseñado para patrullar todo el cuerpo en busca de microbios invasores, se distribuye a lo largo del cuerpo, concentrándose en lugares específicos como:

  • Médula ósea
  • Vasos linfáticos
  • Nódulos linfáticos
  • Timo
  • Bazo
  • Parches de tejido conectivo especializado, como las amígdalas

El cuerpo humano tiene alrededor de 500 nódulos linfáticos distribuidos a lo largo de los vasos linfáticos. Estos nódulos contienen masas de macrófagos y linfocitos que recubren pasos estrechos por donde fluye la linfa. Durante una enfermedad, se inflaman debido a la acumulación de leucocitos, bacterias y detritus celulares.

El timo, ubicado debajo del esternón y sobre el corazón, es grande en la infancia pero se reduce después de la pubertad.

El bazo, un órgano del tamaño de un puño, se encuentra en el lado izquierdo de la cavidad abdominal, entre el estómago y el diafragma. Su función es filtrar la sangre, exponiéndola a leucocitos que destruyen microbios y eritrocitos envejecidos.

Las amígdalas, ubicadas en un anillo alrededor de la faringe, están estratégicamente posicionadas para detectar microbios que ingresan al cuerpo a través de la boca. Macrófagos y otros leucocitos en las amígdalas destruyen muchos microbios invasores y pueden desencadenar una respuesta inmunitaria adaptativa.

Las células inmunitarias también están distribuidas en pequeñas cantidades en las membranas mucosas, especialmente en las vías aéreas, el tracto digestivo y la vagina.

Componentes Moleculares de la Respuesta Inmunitaria Adaptativa

Gran cantidad de proteínas, incluidas docenas de citocinas producidas por macrófagos y linfocitos, están involucradas en la respuesta inmunitaria adaptativa. Las citocinas facilitan la comunicación entre células, estimulando la división celular en los linfocitos, promoviendo la respuesta inflamatoria y mejorando la resistencia celular a infecciones virales.

Los anticuerpos, proteínas producidas por las células B, ayudan al sistema inmunitario a reconocer y destruir microbios invasores.

Las proteínas de complemento, sintetizadas principalmente en el hígado y presentes en el plasma, también ayudan a matar microbios.

Aunque los anticuerpos son exclusivos de la respuesta inmunitaria adaptativa, algunas citocinas y proteínas de complemento participan tanto en la respuesta innata como en la adaptativa.

Pasos de la Respuesta Inmunitaria Adaptativa

Todas las respuestas inmunitarias adaptativas siguen tres pasos:

  1. Los linfocitos reconocen el microbio invasor como «no yo.»
  2. Lanzan un ataque.
  3. Conservan un recuerdo del invasor para repeler futuras infecciones del mismo tipo.

Respuesta Inflamatoria

1) Inflamación: La Primera Línea de Defensa

Una herida, con su combinación de daño tisular y microbios invasores, provoca una respuesta inflamatoria, que recluta fagocitos al sitio de la lesión y amuralla el área lesionada, lo que aísla el tejido infectado del resto del cuerpo. La respuesta inflamatoria hace que los tejidos lesionados se vuelvan calientes, rojos, hinchados y dolorosos (inflame literalmente significa «poner al fuego»).

Una respuesta inflamatoria típica comienza con una lesión que daña células y permite la entrada de bacterias al área herida. Las células dañadas liberan químicos que hacen que ciertas células en el tejido conectivo, llamadas mastocitos, liberen histamina y otros químicos.

La histamina relaja el músculo suave que rodea arteriolas, lo que en consecuencia aumenta el flujo sanguíneo y hace permeables las paredes capilares. Sangre adicional que fluye a través de los capilares permeables impulsa fluido desde la sangre hacia el área herida. Por tanto, la histamina explica el enrojecimiento, el calor y la hinchazón de la respuesta inflamatoria.

Otros químicos liberados por las células heridas y los mastocitos, y algunas sustancias producidas por microbios invasores, atraen macrófagos y otros tipos de leucocitos. Estas células escurren a través de las paredes capilares permeables e ingieren bacterias, suciedad y detritus celulares.

En algunos casos, la inflamación resulta en una acumulación de pus, una gruesa mezcla blancuzca de bacterias muertas, detritus, y leucocitos vivos y muertos.

Otros químicos liberados por las células lesionadas inician la coagulación sanguínea. Los coágulos taponan los vasos sanguíneos dañados, lo que reduce la pérdida de sangre y evita que los microbios entren al torrente sanguíneo.

La hinchazón y algunos de los químicos liberados por el tejido lesionado causan dolor, que por lo general conduce a comportamientos protectores que reducen la probabilidad de mayor lesión.

2) Fiebre: Una Defensa Sistémica

Si los invasores sobreviven estas defensas y provocan una infección seria, pueden disparar una fiebre, que tanto frena la reproducción microbiana como aumenta las capacidades combativas del propio cuerpo.

El establecimiento de la fiebre está controlado por el hipotálamo, la parte del cerebro que alberga células nerviosas sensibles a la temperatura que sirven como el termostato del cuerpo. En los seres humanos, el termostato está establecido en alrededor de 36 a 37 °C.

Ciertos tipos de bacterias, así como las células fagocíticas que responden a una infección, producen químicos llamados pirógenos (literalmente «productores de fuego»). Los pirógenos viajan en el torrente sanguíneo hacia el hipotálamo y elevan el punto de referencia del termostato. El cuerpo responde con aumento en el metabolismo de grasas (que generan más calor), constricción de los vasos sanguíneos que suministran a la piel (lo que reduce la pérdida de calor a través de la piel) y comportamientos como escalofríos.

Los pirógenos también hacen que otras células reduzcan la concentración de hierro en la sangre.

¿Cómo la fiebre combate la infección? Una temperatura corporal elevada aumenta la actividad de los leucocitos fagocitos mientras al mismo tiempo reduce la reproducción en algunos tipos de bacterias. La deficiencia de hierro que acompaña una fiebre también dificulta la multiplicación bacteriana.

Mientras tanto, la temperatura alta hace que las células del sistema inmunitario adaptativo se multipliquen más rápidamente, lo que apresura el establecimiento de una respuesta inmunitaria adaptativa efectiva. Además, la fiebre estimula a las células infectadas por el virus a producir una proteína llamada interferón, que viaja hacia otras células y aumenta su resistencia al ataque viral. El interferón también estimula a las células asesinas naturales que destruyen las células corporales infectadas por el virus.

Por otra parte, las fiebres altas son incómodas y pueden ser peligrosas: las fiebres extremadamente altas pueden provocar daño cerebral, aunque esto es raro. Puesto que las fiebres tienen el potencial de ser benéficas o dañinas, debes consultar con tu médico acerca de si debes tomar medicamentos para reducir la fiebre, como aspirina, acetaminofén o ibuprofeno.

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