- 2. TRANSPLANTES
El fallecido no tenía ninguna otra limitación o discapacidad. Se le declara legalmente muerto, pero los médicos lo conectan a un sistema que mantiene el flujo sanguíneo y la respiración. La mayoría de sus tejidos y de sus órganos todavía son capaces de funcionar en otra persona después de un corto período de preservación y pueden ser trasplantados. Este hombre era donante de órganos. A partir de entonces, desde que se produce la recuperación del órgano hasta que la sangre del receptor está fluyendo por él, podría significar la muerte. Todos los órganos tienen un tiempo límite: un riñón puede permanecer viable más de 48 horas, pero el páncreas puede ser almacenado solo durante 24 horas. Antes de aprobar la donación para un receptor, los médicos deben realizar varias pruebas para comprobar el grado de compatibilidad entre el donante y el posible receptor. Es necesario evitar la seria amenaza del ataque del sistema inmunitario al nuevo órgano. Una vez que se ha comprobado que el órgano es compatible se procede al trasplante. A los pacientes receptores se les prepara para la cirugía del trasplante. Los órganos viajan en avión o por el medio más rápido y se efectúan las operaciones de sustitución de los órganos enfermos por los del donante. Después de la operación de implante, para evitar el rechazo inmunitario, se administran unos fármacos llamados inmunosupresores, que disminuyen la respuesta de defensa del receptor. Tienen muchos efectos secundarios; por esta razón es mejor administrar la menor dosis posible. Y a mayor compatibilidad menor cantidad de inmunodepresores. La demanda va muy por delante de la disponibilidad de órganos. Estas razones han hecho crecer el interés por el uso potencial de donantes animales (xenotrasplantes):
Problema: Las barreras inmunológicas que dificultan el trasplante entre especies. El candidato ideal es el cerdo: crece con rapidez, es prolífico, los costes de su mantenimiento son mínimos y pueden ser manipulados genéticamente
. El futuro mira hacia los autotrasplantes que harían posible las células madre, cuya potencial capacidad para generar órganos completos suprimiría los problemas de disponibilidad de órganos y de rechazo del receptor.
Puede considerarse al cirujano Alexis Carrel como padre de esta práctica. Sus primeras experiencias de trasplante las realizo con perros. Demostró que el riego sanguíneo necesario para la vida puede restablecerse si se enlazan de forma adecuada los vasos sanguíneos. Los animales en los que había realizado injertos de venas y arterias sobrevivían sin problemas, de modo que en 1914 Alexis Carrel llegó a afirmar que los aspectos quirúrgicos de un trasplante estaban resueltos y que los de humanos serían posibles. Carrel concluyó que había una “fuerza biológica” que se oponía al trasplante de órganos entre individuos. Los trasplantes en humanos no llegaron a ser una realidad hasta la segunda mitad del siglo XX. Medawar, con trasplantes de piel demostró que la reacción del injerto es un fenómeno de tipo inmunitario.El hecho de que nuestro organismo pueda distinguir entre lo que es propio y lo que es extraño es el problema central de la inmunología
Esta capacidad se desarrolla durante el desarrollo fetal y hasta unos meses después del nacimiento. La superficie de las células de nuestro cuerpo es única para cada persona. Esta carácter único viene determinado por los genes que regulan la formación de unas proteínas específicas que se hallan en la membrana celular, conocidas como antígenos de histocompatibilidad o antígenos H. Estos antígenos determinan la interacción entre la enorme cantidad de células responsables de las reacciones inmunológicas. Gracias a este conocimiento es posible explicar la capacidad de respuesta a las infecciones o por qué a una célula cancerígena en algunos casos se le permite reproducirse y crear un tumor y en otros se la elimina. El conocimiento de los antígenos H, un concepto propuesto por George Snell, ha sido de gran importancia para llevar a cabo con éxitos los trasplantes. George Snell demostró que la posibilidad del trasplante está determinada por la presencia de unas estructuras especiales de la célula, y a las que dio el nombre de antígenos de histocompatibilidad. Desde 1962 todos los trasplantes se han realizado utilizando sustancias inmunosupresoras. Las células presentan una clave que indica su individualidad. Parte de esa clave resulta ser característica de su especie, otra parte del órgano o tejido al que pertenece esa célula, y otra es propia del individuo. El rechazo se controla con medicamentos inmunosupresores. El exceso de estos inmunosupresores puede aumentar el riesgo de infecciones por organismos oportunistas que por lo general no actúan, pero que sí lo hacen en un paciente que tiene disminuidas sus defensas.
Los médicos defienden el “criterio de Harvard”, el testimonio de la muerte es ahora un electroencefalograma plano, una prueba de que el cerebro ha dejado de funcionar de manera irreversible. La posibilidad de extraer órganos para el trasplante está ligada a esa idea de muerte cerebral, cuando aún funcionan los pulmones y el corazón, ya que si se espera hasta que cesen los latidos o la respiración, muchos órganos ya no son trasplantables. Córnea, riñón, piel( un quemado que haya perdido el 70% de su piel no puede sobrevivir sin trasplante de piel ajena), hígado, corazón, pulmón, páncreas, médula ósea (un trasplante de células de médula ósea podía producir nuevas células sanguíneas y curar así enfermedades hereditarias como la leucemia, que antes no tenían solución).