Aunque puede ocurrir por causas naturales, como las erupciones volcánicas, los incendios forestales no provocados o la actividad de algunos seres vivos, la mayor parte de la contaminación actual (la más constante y dañina) se debe a las actividades del ser humano, sobre todo a los **procesos industriales** y a la **quema de combustibles fósiles**.
La concentración de los contaminantes se reduce al dispersarse estos en la atmósfera, proceso que depende de factores climatológicos como la temperatura, la velocidad del viento, el movimiento de sistemas de altas y bajas presiones y la interacción de estos con la topografía local, por ejemplo, las montañas y valles. La temperatura suele decrecer con la altitud, pero cuando una capa de aire frío se asienta bajo una capa de aire caliente produciendo una **inversión térmica**, la mezcla atmosférica se retarda y los contaminantes se acumulan cerca del suelo. Las inversiones pueden ser duraderas bajo un sistema estacionario de altas presiones unido a una baja velocidad del viento.
Un periodo de tan solo tres días de escasa mezcla atmosférica puede llevar a concentraciones elevadas de productos peligrosos en áreas de alta contaminación y, en casos extremos, producir enfermedades e incluso la muerte. En 1948 una inversión térmica sobre Donora, Pennsylvania, produjo enfermedades respiratorias en más de 6000 personas ocasionando la muerte de veinte de ellas. En Londres, la contaminación segó entre 3500 y 4000 vidas en 1952, y otras 700 en 1962. La liberación de **isocianato de metilo** a la atmósfera durante una inversión térmica fue la causa del desastre de Bhopal, India, en diciembre de 1984, que produjo al menos 3300 muertes y más de 20 000 afectados. Los efectos de la exposición a largo plazo a bajas concentraciones de contaminantes no están bien definidos; no obstante, los grupos de riesgo son los niños, los ancianos, los fumadores, los trabajadores expuestos al contacto con materiales tóxicos y quienes padecen enfermedades pulmonares o cardiacas. Otros efectos adversos de la contaminación atmosférica son los daños que pueden sufrir el ganado y las cosechas.
A menudo los primeros efectos perceptibles de la contaminación son de naturaleza estética y no son necesariamente peligrosos. Estos efectos incluyen la disminución de la visibilidad debido a la presencia de diminutas partículas suspendidas en el aire, y los malos olores, como la pestilencia a huevos podridos producida por el **sulfuro de hidrógeno** que emana de las fábricas de papel y celulosa.
La contaminación atmosférica tiene efectos perjudiciales sobre algunos aspectos del medio ambiente. Algunos ejemplos son:
Efectos en el clima: El **dióxido de carbono (CO2)**, no es un contaminante, puesto que forma parte de la atmósfera y participa en los ciclos naturales. Sin embargo, un aumento rápido de su concentración, como el que se está produciendo por la quema del carbón y el petróleo, incrementará el **efecto invernadero** natural, elevará la temperatura media del planeta, y puede desencadenar un **cambio climático** con consecuencias imprevisibles. Es muy importante no alterar su concentración natural.
Efectos en la biosfera: Algunos gases, como los **CFC**, reaccionan con el ozono estratosférico y disminuyen su concentración, lo que permite la llegada a la superficie terrestre de más radiaciones ultravioleta, muy nocivas para la vida. Además, hay gases contaminantes, como los **óxidos de nitrógeno** y los de **azufre**, que se disuelven en el agua de las nubes y producen ácidos corrosivos que dañan los ecosistemas cuando llueve (**lluvia ácida**).
Efectos en la salud de las personas: Algunos gases contaminantes son tóxicos para las personas y causan la irritación de los ojos y de las vías respiratorias. Las partículas de humo y de polvo también entran en nuestros pulmones y causan daños, a veces, muy serios.
Efectos en los materiales: Las partículas de humo y ciertos gases contaminantes, solos o disueltos en el agua de lluvia, pueden deteriorar muchos de los materiales con los que fabricamos objetos y edificios.
Contaminación Sonora
La **contaminación sonora** es producto del conjunto de sonidos ambientales nocivos que recibe el oído.
Las principales fuentes de contaminación acústica en la sociedad actual provienen de los **vehículos de motor**, que se calculan en casi un 80%; el 10% corresponde a las industrias; el 6% a ferrocarriles y el 4% a bares, locales públicos, pubs, talleres industriales, etc.
Tenemos que saber que sonido y ruido no tienen el mismo significado:
Sonido: Conjunto de vibraciones que pueden estimular el órgano del oído.
Ruido: Perturbación sonora, periódica, compuesta por un conjunto de sonidos que tienen amplitud, frecuencia y fases variables y cuya mezcla suele provocar una sensación sonora desagradable al oído.
Niveles de Sonido: El sonido se mide en **decibeles**, medida de la presión sonora. Los niveles normales para el descanso son 25 a 30; de lo contrario, amanecemos malhumorados o fatigados. El nivel normal de decibeles para una persona es de 65, porque una intensidad mayor afecta el sistema auditivo humano.
El sonido se mide con un **sonómetro**, aparato que mide el sonido en decibeles.
El incremento del ruido se debe a diversos factores: innovaciones tecnológicas, medios de transporte, instrumentos eléctricos, medios de comunicación: radio, televisión, cine, etcétera.
El oído humano solo puede soportar ciertos niveles máximos de ruido, pero el nivel que se acumula en algunas ciudades supera ese máximo. Algunos ruidos de la ciudad se encuentran por encima del «Umbral del dolor» (120 dB).
¿Cómo se mide la contaminación sonora?
Un **decibel** es la unidad de medida de intensidad del sonido. Se mide con decibelímetros. La escala de decibeles para que sea fácilmente entendible es así: un sonido de cincuenta decibeles es diez veces mayor que uno de cuarenta.
En la vida salvaje, un río es una señal de amenaza; si vemos cualquier documental sobre depredadores, basta con que un león haga crujir por demás una rama, para que su futuro bocado comience a correr. Pero en nuestras sociedades, los ruidos fuertes se suceden hasta que se pierde la capacidad de reacción positiva, como tantas veces lo vemos en los accidentes de tránsito. En la naturaleza virgen, el promedio de fondo sonoro se encuentra entre 15 y 20 decibeles; y en las grandes ciudades es de 45-75 decibeles.