Reproducción en plantas: musgos, helechos y fanerógamas

Reproducción en musgos

Los musgos dependen del medio acuático para su reproducción. En su ciclo vital predomina la fase gametofítica. La planta visible del musgo constituye el gametofito, en el que se originan los anteridios, en cuyo interior se producen los anterozoides biflagelados. También se generan en el gametofito los arquegonios, en cuyo interior solo hay una oosfera. Cuando el anteridio se rompe, libera anterozoides, que llegan hasta el arquegonio desplazándose por el agua. Uno de ellos penetra en él y fecunda a la oosfera formando el cigoto, que se desarrolla sobre la misma planta y da lugar al esporofito. En él se originan las células madre de las esporas, que sufren la meiosis, dando lugar cada una a cuatro esporas haploides. Cada una de estas germinará y dará lugar a una nueva planta de musgo, al esparcirse.

Reproducción en helechos

Los helechos presentan un ciclo vital diplohaplonte en el que predomina la fase haploide. Las plantas visibles son los esporofitos. En el envés de sus hojas se forman los soros, un conjunto de esporangios en cuyo interior se encuentran las células madre de las esporas, que dan lugar a una planta minúscula con forma de corazón, llamada prótalo, que es el gametofito. El prótalo tiene unas prolongaciones para absorber los nutrientes del suelo. En él se desarrollan anteridios productores de anterozoides flagelados y arquegonios productores de oosferas. El agua que pueda llegar al prótalo transporta a los anterozoides que nadan hacia la oosfera. Se produce entonces la fecundación y se forma un nuevo esporofito.

Reproducción en Fanerógamas

Las fanerógamas son las plantas más evolucionadas y se reproducen mediante semillas. La mayor parte del ciclo lo constituye el esporofito, quedando el gametofito reducido. El éxito evolutivo de las fanerógamas les ha permitido conquistar todos los hábitats. Esto se debe a que su adaptación al medio terrestre es completa al haber logrado independizarse por completo del medio acuático, para realizar la fecundación mediante la formación del tubo polínico. En las fanerógamas, el aparato reproductor es la flor, muy distinta en los dos grandes grupos existentes.

Gimnospermas

Las más importantes son las coníferas que tienen flores unisexuales. Las flores masculinas están compuestas por un tipo de anteridio conocido como androceo, órgano constituido por unas piezas denominadas estambres o microsporofilos que tienen forma de escama y se agrupan en conos. Las flores femeninas están constituidas por un tipo de arquegonio conocido como gineceo y se reúnen en grupos formando conos o piñas. Cada piña consta de un eje central alrededor del cual se disponen varias brácteas: en la axila de cada una de ellas hay un megasporofilo, o carpelo abierto. Por ello, cuando se planta una semilla, se remueve la tierra para que quede aireada.

Mediante la polinización, el grano de polen es transportado por el viento hasta el óvulo. Allí germina y genera un corto tubo polínico, por donde se introducen en el óvulo los dos núcleos espermáticos. Uno de ellos fecunda la oosfera, formando el cigoto, y el otro degenera, la fecundación es simple y se desarrolla el albúmen o endospermo que rodea al embrión.

Angiospermas

La fecundación se produce cuando los granos de polen llegan al estigma del carpelo. La polinización se realiza al liberarse los granos de polen maduros por dehiscencia de las anteras. El transporte del polen tiene lugar por el viento o por los insectos. Una vez en el estigma, la exina de los granos de polen se rompe y la intina se alarga, constituyendo el tubo polínico. Cuando alcanza el saco embrionario, penetra y los dos núcleos espermáticos realizan una doble fecundación: uno fecunda la oosfera dando lugar al cigoto diploide, el otro se fusiona con el núcleo secundario originando el núcleo triploide, que generará por mitosis el endospermo o albúmen. A continuación tiene lugar el desarrollo, que consiste en la transformación del cigoto en un organismo adulto y se realiza en dos periodos sucesivos.

Periodo embrionario

El cigoto sufre una serie de mitosis sucesivas que originan dos células, una de las cuales forma el embrión, La otra célula da lugar al suspensor, el cual se une al embrión. El embrión comienza a crecer y a diferenciarse. Se generan así el primordio de la raíz o radícula, el tallito o hipocótilo, el epicótilo, en cuyo ápice se halla la gemula de la que nacerá el tallo de la nueva planta y los cotiledones que originarán las primeras hojas. El endospermo sufre una serie de divisiones mitóticas y sintetiza sustancias nutritivas que servirán para alimentar al embrión. La primina y la secundia del óvulo se transforman en las cubiertas de la semilla, llamadas testa y tegmen. Al mismo tiempo, el ovario de la flor se transforma en el fruto. A veces el fruto de las angiospermas adquiere una consistencia rígida debido a la pérdida de agua y se denomina fruto seco; otras veces, almacena sustancias nutritivas y agua, en cuyo caso recibe el nombre de fruto carnoso.

Periodo posembrionario

Una vez formada la semilla, esta permanece inactiva durante un tiempo, al cabo del cual germina, lo que supone el paso del estado de vida latente al de vida activa. La germinación de las semillas requiere dos tipos de condiciones: intrínsecas. Características que la propia semilla debe presentar: madurez, desarrollo completo y poder germinativo. Condiciones extrínsecas. Dependen de agentes externos, los más importantes son los siguientes: Humedad: la semilla debe recibir del medio exterior suficiente cantidad de agua. Además de ablandar las cubiertas de la semilla, posibilita las reacciones de hidrólisis necesarias para la utilización de las reservas nutritivas del endospermo. Oxígeno: es imprescindible para la germinación, ya que esta implica una reanudación intensa del metabolismo celular.

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